Por Inti
En el transcurso de los últimos años se han hecho varias tentativas de crear partidos unificados de “a la izquierda de la izquierda”, en Europa notablemente. El caso más reciente es el del Nuevo Partido Anti-Capitalista (Nouveau Parti Anti-capitaliste o NPA) que intenta integrar en una sola organización todas las tendencias revolucionarias en Francia. Tal reagrupación tiene ciertamente su lugar hoy, con el espacio liberado por el Partido Socialista apresurado por ir a la derecha y la desintegración del Partido Comunista, que ha perdido el contacto con su base de la clase obrera. Al mismo tiempo, el patronato y el gobierno están intentando imponer sus contra-reformas neo-liberales antes de que un movimiento social se les interponga en el camino.
Su proceso de construcción es un buen motivo para plantear la cuestión de los partidos revolucionarios. Esto no es exclusivamente de interés teórico. Es también una pregunta ligada a la revolución, a la democracia, a la relación entre las masas y los líderes y a la relación entre un partido y la clase obrera.
Por tanto aquí ponemos dicha cuestión, en primer lugar, en el contexto de la discusión entre Lenin y Rosa Luxemburgo hace un siglo. De estas dos concepciones en conflicto podemos ver cómo la historia subsecuente ha proporcionado una respuesta a la polémica y finalmente cómo podemos concebir hoy una estructura anti-burocrática para una organización revolucionaria. Podemos entonces comparar esta concepción con los asuntos que salieron de los debates dentro de los comités locales del NPA, para enriquecer esta discusión.
Controversia entre Luxemburgo y Lenin sobre el partido (democracia interna, conciencia revolucionaria de los trabajadores...)
Durante las revoluciones burguesas (por ejemplo, la Revolución Francesa de 1789 y la Revolución Alemana de 1848) las masas participaron activamente, pero solamente como carne de cañón. Una minoría, la burguesía, dirigió esos procesos, a través de los cuales tomaron el poder político a la nobleza y, dándole un final al feudalismo y consolidando su poder económico, el capitalismo. No hay aquí ninguna contradicción : esta revoluciones no tenían como meta la emancipación de las masas, y de ahí que habría sido inútil que estas dirigieran dicho movimiento.
Sin embargo, durante el siglo XIX por ejemplo, ciertas organizaciones secretas aparecieron, esta vez en favor de los intereses de los trabajadores, pero como las revoluciones anteriores, sin ellas. Éstas eran esencialmente las organizaciones blanquistas o que utilizaban la táctica de la “propaganda por el hecho” (una parte del movimiento anarquista). El objetivo era atacar los símbolos del poder burgués (soldados, policías, políticos y jefes de empresas) para sumar las masas dentro de la lucha – "despertarlas", éstas desempeñando de nuevo un papel pasivo simple de seguidores.
Sus conspiraciones implicaban el secreto y por lo tanto una separación estricta entre, por un lado, la organización y, por el otro, las masas. Unos cuantos conspiradores tenían que hacer la revolución en nombre de las masas, pero sin ellas, de esta manera negándoles el papel de agentes del cambio. Este punto de vista también implicaba un centralismo extremo con la obediencia ciega de la base. Un esquema estricto, detallado minuciosamente era establecido por el líder.
Es con en este mismo espíritu que Lenin presentó su visión sobre la organización en ¿Qué Hacer? (1902) y en Un paso adelante, dos pasos atrás (1904). Podemos resumir éstos como sigue: el partido debía ser formado por “revolucionarios profesionales”, organizados en una estructura ultra-centralizada (el comité central tenia que ser omnipotente, sabiendo que podia excluir a cualquier miembro de los órganos locales y, desde luego, decidir la composición del congreso, destruyendo de paso el papel de control que tenia éste sobre la dirección). Además, este partido tenia que ser estrictamente separado de las masas, vistas como incapaces de venir, por sí solas, a una conciencia revolucionaria. Según él, “la conciencia política socialista moderna sólo puede emerger sobre la base de un conocimiento científico profundo y el sostén de tal conocimiento no es el proletariado sino la intelectualidad burguesa o pequeña-burguesa.” Es la dirección del partido, (“intelectualidad burguesa” o “pequeña-burguesa”) que tiene que hacer la revolución, según su propio modelo fijado arbitrariamente (“conocimiento científico profundo”) y establecido antes de toda lucha real.
Sin embargo, este elitismo, en vez de favorecer el desarrollo de las luchas, sólo se puede convertir en un obstáculo en el camino de éstas. Al intentar imponer su esquema, concebido rígidamente por los líderes, la organización no puede más adaptarse a la evolución rápida de la lucha de clases. La dirección, y de hecho el partido sometido a éste, desempeña un papel conservador, teniendo dificultad à seguir las nuevas exigencias del movimiento.
Este método entra rápidamente en conflictos con los órganos democráticos de los trabajadores, creados por las luchas : la Comuna, los Soviets, a los Comités de huelga, las Asambleas Generales… Si se considera que el partido es una formación superior a las organizaciones autónomas de la clase obrera (ésas que, supone Lenin, no pueden avanzar más allá del simple reformismo, ni tomar la dirección de una revolución), entonces la lucha será traicionada o desviada, según la voluntad de uno puñado de jefes. La organización niega así a la clase obrera su papel activo en la revolución, substituyéndose.
En suma, los métodos leninistas o blanquistas no se distinguen en este punto de los métodos burgueses o reformistas anteriores. En cada caso, se subestima las masas y sólo se les pide de delegar ciegamente su poder. Es la misma base de las sociedades capitalistas ”democráticas” modernas : los trabajadores pueden expresarse libremente y votar en cada elección, pero sus posiciones (opiniones o votos) no pueden poner el sistema en cuestión porque la democracia es solamente formal. Piden los trabajadores siempre “confiar en a los líderes” ’o “escoger a los líderes que confían ellos”.
Alternativa de Luxemburgo
Rosa Luxemburgo presentó un punto de vista totalmente diferente. Fue explicado en los folletos Problemas organizativos de la socialdemocracia rusa, en contestación a Lenin, y en Masas y jefes, ambas de 1904.
Igual que lo planteaba el Manifiesto del partido comunista, el partido no es considerado como una organización aparte de la clase obrera sino como formando parte de ella, es decir, compuesta de trabajadores. No se trata de unir a “soldados-monjes”, según lo plantea Lenin, listos para seguir órdenes, sino de agrupar juntos los elementos más avanzados del proletariado, para intervenir más con eficacia en la lucha de clases.
En contraste con períodos históricos del pasado, el movimiento de trabajadores se distingue por tener que confiar en la movilización de masas, no como seguidores de órdenes, sino como actores reales. Si se quiere llegar a la emancipación obrera, estos deben auto-dirigirse. Por eso, el partido - herramienta de la lucha de clases - no se debe componer de expertos aislados, sino de trabajadores revolucionarios.
El movimiento obrero basándose en la acción autónoma de las masas, el espíritu innovador de la rebelión y la de uno auto-dirección se debe encontrar dentro del partido, reuniendo “la parte más decidida” del proletariado (Manifiesto del Partido Comunista). Así este espíritu se debe mantener dentro de la organización. Además, el hecho de dejar que la dirección del partido vaya de la base hacia la cima, el partido podrá adaptarse rápidamente a la evolución caótica del movimiento social. Esto implica abandonar todo esquema rígido y preestablecido por los líderes.
Ademas, una democracia fuerte es necesaria, una democracia directa. Como lo explica Luxemburgo : “es un abuso de las palabras y una decepción designar los mismo términos “disciplina” a dos nociones diferentes como de una parte, la ausencia de pensamiento y convertirse en un cuerpo de miles de manos y piernas que responde automáticamente al movimiento y de otra parte, la coordinación espontanea de los actos conscientes, la política de la colectividad. ¿Cómo podemos al mismo tiempo regular la docilidad y la opresión de clase en la organización espontanea de las clases en su propia auto-emancipación?”
Dicha condición doble esencial de un partido revolucionario (democracia interna y una relación entre el partido y el movimiento que deja al final la autonomía) es esencial para evitar la transformación burocrática del partido, y así su conversión en una fuerza conservadora y anti-revolucionaria.
En efecto, todas las burocracias tienen un común el hecho, no sólo de separarse de los movimientos sobre los cuales se basan (por ejemplo, las direcciones de los sindicatos oficiales durante las luchas importantes de la clase obrera), sino también el de querer imponer planes establecidos previamente (y desde luego simplistas) que no hacen caso de la última evolución de la lucha. “Lo inconsciente precede lo consciente y la lógica del proceso histórico objetivo precede la lógica subjetiva de sus protagonistas” (Problemas organizativos de la socialdemocracia rusa). Uno no puede analizar completamente por adelantado un fenómeno; es solamente analizándolo a posteriori que se puede llegar a conclusiones permitiendo de mejor aconsejar las masas (papel del partido revolucionario).
Esto no es nada nuevo en el movimiento marxista. Marx y Engels explicaron ya en 1848 en el Manifiesto del partido comunista que los comunistas “no profesan principios especiales con los que aspiren a modelar el movimiento proletario.” Ademas, “las proposiciones teóricas de los comunistas no descansan ni mucho menos en las ideas, en los principios forjados o descubiertos por ningún redentor de la humanidad. Son todas expresión generalizada de las condiciones materiales de una lucha de clases real y vívida, de un movimiento histórico que se está desarrollando a la vista de todos. ”
Las posiciones bolcheviques y reformistas están basadas sobre a priori, sobre esquemas preestablecidos. No se basan de manera alguna sobre la realidad histórica. Siguen desde luego la mima lógica que las teorías burguesas pero en oposición al método marxista, que analiza los hechos para poder llegar a conclusiones y no el contrario, concebir principios que tendrán que ser impuestos a la realidad.
El único juez es la Historia
Pero la realidad del movimiento obrero se caracteriza por una fuerte movilización de los trabajadores. Discrepando con los clichés sobre las masas ignorantes que no pueden dirigirse, en cada momento importante en la lucha de clases, encontramos que han sido las masas quienes desempeñaron el papel más importante, ya no como simples seguidores de las revoluciones burguesas. Éste era el caso en 1905 y 1917 en Rusia, en 1918-1919 en Alemania, en 1936 y 1968 en Francia. Durante estas luchas, las masas innovaron creando órganos autónomos de dirección (comunas, soviets, comités de huelga, asambleas generales...) pero también en sus táctica, (huelga de masas unificando los objetivos económicos y políticos, las metas reformistas y las que se proponen remplazar el sistema).
Marx extrajo lecciones importantes de la experiencia de la Comuna de París de 1871: “la Comuna estaba formada por los consejeros municipales elegidos por sufragio universal en los diversos distritos de la ciudad. Eran responsables y revocables en todo momento. (…) No había de ser un organismo parlamentario, sino una corporación de trabajo, ejecutiva y legislativa al mismo tiempo.” (La guerra civil en Francia). El objetivo de la Comuna era de ir más allá de París y extenderse a toda Francia. "Las comunas rurales de cada distrito administrarían sus asuntos colectivos por medio de una asamblea de delegados en la capital del distrito correspondiente y estas asambleas, a su vez, enviarían diputados a la Asamblea Nacional de Delegados de París, entendiéndose que todos los delegados serían revocables en todo momento y se hallarían obligados por el mandat impératif (instrucciones formales) de sus electores.” Esta organización hasta el nivel nacional implicaba una centralización o una coordinación, pero no la centralización asfixiante prevista por Lenin.
El partido siendo una parte del movimiento los trabajadores, nos podemos inspirar de todas sus luchas, particularmente los pasajes citados previamente sobre la Comuna, para determinar su estructura. En efecto, puesto que hay un lazo estrecho entre el método (la organización) y la meta (la revolución), estos dos aspectos deben ser coherentes. No es posible combatir la sumisión social de manera sumisa. ¡ La emancipación de los trabajadores será obra de los trabajadores mismos ... y no la de una élite de iluminados !
¿Cómo puede el NPA funcionar democráticamente?
Así influenciados, no podemos ignorar cierta contradicción en los textos de base del NPA, elaborados por el CAN (Comité de Animación Nacional) y que fueron discutido antes de la fundación del partido. Por una parte, se dice acertadamente que el partido tiene que ser lo más democrático posible, rechazando el burócratismo, porque “las formas de organización y el funcionamiento del partido no son neutrales. No hay duda que los medios reflejan los objetivos y es así necesario que nuestra organización interna sea la prueba de la sinceridad de nuestras convicciones.” (p. 22 del boletín interno de debates). Además, el NPA debe convertirse en una ayuda al movimiento social, sin substituir a este.
Claro, apoyamos tales propuestas pero mirando los detalles, una contracción aparece : centralización por arriba. Sería falso decir que los estatutos propuestos corresponden a un esquema leninista puro, pero sí prevén una jerarquía que pueda generar mas tarde en una burocracia estéril. La justificación presentada para este centralismo es el aspecto centralizador del capitalismo. Pero cuál debe ser nuestro modelo: ¿la sociedad de clases y jerárquica que combatimos o su contrario, representado por los órganos democráticos (comunas, comités de huelga, asambleas generales...) que surgieron a través de las luchas de los trabajadores, es decir precisamente cuando la explotación fue desafiada ?
Según la propuesta del CAN, un congreso debe reunirse cada dos años para elegir un Consejo Político Nacional (CPN). Este último elige a un Comité Ejecutivo encargado de dirigir el partido. Este puede crear un secretariado y emplear a permanentes. El CPN controla al Comité Ejecutivo reuniéndose cada trimestre. A cambio de esto, los comités locales tienen cierta autonomía para adaptar las decisiones de nivel nacional a las realidades locales.
Ahora esta estructura va de de arriba a abajo. ¿De hecho, no sería más democrático tener decisiones que surjan de la base hacia los puntos de coordinación nacional? Esto llevaría a que el nivel nacional se adapte a lo que deciden los militantes, y no viceversa. Esto implicaría una mejor representación de esos militantes.
Desde luego, teniendo un congreso cada dos años para eligir el CPN, ademas de impedir que las opiniones de la base suban al nivel nacional, hará que aparezca una separación entre una base que sólo podrá votar localmente entre dos congresos mientras que la dirección electa a largo plazo sólo será controlada cuatro veces al año. Con este sistema, es difícil imaginar una rotación de los puestos y sólo podemos temer que venga una burocratización de esta jerarquía.
Una alternativa a este centralismo por arriba hacia sería la democracia directa, tal como se planteó en la Comuna, por ejemplo. Los comités locales, compuestos por todos los miembros, son los órganos de base del partido. Es de aquí que ha de surgir el poder subiendo a los órganos nacionales.
Así, cada comité elige directamente sus delegados al CPN, rindiendo cuentas a sus electores y revocables a cada momento. Estas elecciones pueden hacerse cada trimestre, por ejemplo, no sólo para garantizar la rotación de los puestos pero también para reflejar mejor el nuevo estado del espíritu de la organización en su conjunto. El CPN elegirá varios Comités Ejecutivos, cada uno responsable de un tema específico, (¿para qué tener un pequeño grupo a cargo de todo el ejecutivo?). Estos comités serán también revocables y responsables al CPN, y así directamente a los delegados de los comités locales.
En este sentido, es interesante leer las propuestas de enmienda presentadas por los comités de Hautes Alpes y de Paris 18 Goutte d’Or (p.24 y 28, respectivamente del boletín del discusión). Estos camaradas proponen mas o menos una estructura cercana a la que hemos indicado aquí, permitiendo construir la coordinación que se construya desde la base y responsable a ella. Sin esta condición doble, la democracia dentro de la organización termina siendo simplemente formal, como las de las sociedades capitalistas “democráticas” : uno puede votar pero no tiene un control verdadero, uno puede expresarse en el nivel local sin poder cambiar las cosas globalmente.
En conclusión, si la clase obrera tiene que crear sus órganos representativos de su movimiento, debe ser un partido, no sólo unitario en el mejor de los casos o sino activo junto con otros grupos, pero igual ha de ser realmente democrático, y por lo tanto anti-burocrático. Debe ser coherente con el movimiento mismo : sin intentar dirigirlo como le conviene, sin imponer esquemas teóricos rígidos quienes son a menudo poco adaptados a la realidad y debe seguir las innovaciones. Si el partido no debe substituirse a los órganos que que se crean en la lucha contra el capital, su existencia es primordial porque acumula la experiencia del pasado (aspecto teórico) para aportar las mejores perspectivas y mejor intervenir en las luchas (aspecto práctico).
El error principal de Lenin era de no ver que los acontecimientos históricos son los frutos de los procesos, en los cuales todo se mantiene por relaciones dialécticas, y que lo que es verdad hoy (baja conciencia de los trabajadores) no será verdad mañana. Con sus luchas, la clase obrera desarrolla su conciencia. Esto no significa que que no incurre en ninguna equivocación, pero como Luxemburgo escribió en el final de Problemas organizativos... : “los errores cometidos por un movimiento obrero verdaderamente revolucionario son históricamente infinitamente más fecundos y más valiosos que la infalibilidad del mejor “comité central.”
Con este artículo hemos discutido la estructura del partido. Hubiese también sido posible preguntarse si su existencia era necesaria. Contestamos a esto al final : la historia ha demostrado cómo las estructuras elitistas han frenado el movimiento, así que es necesario tener una organización capaz de oponerse a estas burocracias, ya sean sindicales o políticas. Es necesario formar una organización anti-burocrática. Apelamos por lo tanto a todos los militantes, miembros o no del NPA, a la lucha, juntos, contra los elitismos. O, como el anarquista mexicano Ricardo Flores Magón decía: “obreros de la revolución, cultiven la irreverencia.”
Rede Luxemburguista Internacional
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